LÉRIDA
Lérida histórica

Lérida en la historia

Lérida en la historia

Obra de: Hugo Viana Castro

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Julio 11 de 2005
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LÉRIDA EN LA HISTORIA

Noticias, Documentos y Antiguallas de las Minas del Bledo Santuario de Coloya y Pueblo de Peladeros.

HUGO VIANA CASTRO
Investigador de Archivos de la Antigua Provincia de Mariquita
IBAGUÉ, TOLIMA
Abril de 1995
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CONTENIDO
Las dos Léridas
A España
A Lérida criolla
De las minas del Bledo (1595) Al distrito de Lérida (1850)
Censo de los Habitantes de Peladeros
Censo de Coloya, Peladeros y Lérida
Nuestra señora de Coloya
El distrito de Lérida
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Las dos Léridas

El eminente galeno LIZARDO MORENO SÁNCHEZ, actual alcalde del munici­pio de Lérida, elegido recientemente por una apabullante votación ha querido que de mi sosa pluma salga algún relato de la ya larga vida de su ciudad, que pueda interesar a la ilustre ciudad española de Lérida. Con el mayor agrado, lo he plasmado, haciendo uso de olvidadas notas tomadas de Archivos, Notarías y mohosos libracos, que muchos rechazan, especialmente si son jóvenes.

De todas maneras es un punto que pongo, para que los estudiosos y licenciados en historia y ciencias afines profundicen en la muy interesante historiografía leridense y de la región panche, donde se desarrolló gran parte de la nacionalidad colombiana. Reconozco que hay en el pretendido opúsculo grandes lagunas y faltan capítulos que no pude terminar por el poco tiempo útil que para ello dispuse y otras dificultades que sería necio enumerar, pero en conjunto, el trabajo sobre hechos acaecidos en la que hoy es la CIUDAD REGIONAL DE LÉRIDA desde 1595 hasta nuestros días, si es superior a la mejor monografía que sobre la ciudad conozco que es solo de dos cuartillas.

Y decía de la apabullante elección de Alcalde del Doctor Lizardo Moreno, por venirme a la memoria otra, ocurrida en el año de 1850 pero con la particularidad que en ése certamen democrático donde fue convocado el vecindario, no se hizo para elegir a nadie sino para determinar por voto individual, cual sería el nombre que cambiaría el muy árido de Peladeros que desde 1775 venía teniendo ese partido.

De varios nombres propuestos apareció el de Lérida, que defendieron los señores Antonio Dorjuela Casamitjana y el ingeniero Alejandro Ortega. La victoria de “Lérida” en la papeleta, fue contundente, y el resultado enviado a Honda, capital de la Provincia de Mariquita, donde la Cámara Provincial la aprobó unánimemente, pasando la Ordenanza a Don Eugenio Castilla, para que como Gobernador la sancionara y la hiciera publicar.

Comprendemos que Dorjuela, en su condición de Alcalde y Ortega por ser un hombre reconocidamente culto, y tal vez porque a ambos los unía algún vínculo genealógico con el reino de Cataluña, debieron tener noticias de la muy noble ciudad del pía de Lleida. Pero indudablemente por lo que de ella hemos leído, borrando la muralla que el trópico ha interpuesto, encontramos marcadas similitudes en las dos ciudades y en las dos regiones que conforman sus provincias.

En fértiles llanuras que semejan mares interiores verdes, la una con su bellísima huerta y la otra con sus ondulantes arrozales; ambas localizadas para ver en lontananza las montañas nevadas de los Pirineos y los Andes y ambas bañadas por bondadosos ríos, el Segre que da de beber y baña la campiña leridana y atraviesa majestuoso la ciudad rica en historia y añeja arquitectura, los ríos Recio y Lagunilla, menos aristocráticos, pero más correntosos cortan con sus cuchillas de cascadas las rocas de sus cauces para luego, un poco más tranquilos ir a empapar la llanura, y es entonces cuando el pía de Lleida y el plan de Lérida, en una sola primavera son infinitamente verdes.

Esta similitud fantástica la desconocían los rudos labriegos de 1850 que escogieron el nombre de Lérida para así llamar en adelante su ciudad, pero intuitivamente entendieron ese vocablo y de hecho lo amaron por creer además que lo componían notas salidas de encantada lira. Pero, lo que me parece que más identifica a la dos es el carácter de sus gentes.

En muy remota época, – cita Estrabón – era llerda, capital de un pueblo aborigen de un grado de civilización bastante avanzado, habitado por los ilergetes, que muchos amaban su independencia. Los cartagineses y romanos pretendieron someter­los a la esclavitud, pero sus líderes Indibil y Mandonio resistieron a los invasores. En Lérida, derrotó Julio César a Pompeyo. Los Coloyas, aborígenes de la Lérida, morena y tropical de Colombia, prefirieron quemar el poblado y alzarse en rebeldía cuando se les explotó más de la cuenta y se les exigió que desentrañaran el “secreto” para modelar el oro, con la misma facilidad que un párvulo hace figurillas de cera.

El carácter catalán es proverbial. El del tolimense, lento, cadencioso, ha sido en la historia de Colombia, el primero en alistarse para la guerra y el último en dejar el campo de batalla, pero como los catalanes y en general todos los hijos de Pelayo, pues de él mucho tiene, ofrece su corazón sin límites y su alma generosa que no admite pequeñeces ni mezquindades.

Estos caracteres y virtudes necesariamente tienen que hermanar a las dos Léridas. Desde cuando Lérida, asumió la enorme responsabilidad de reconstruir la gran ilusión pérdida de un pueblo que trabajo denodadamente durante ochenta y cinco años, la mano hermana de España ha estado presente.

Si la visita de S.S. Juan Pablo II a la desolada Armero, hizo conocer del mundo entero el nombre y la imagen televisada de Lérida, ha sido más palpable la notoria preocupación de S.M. la Reina por el dolor de los Armeritas, al lograr en breve tiempo la construcción y dotación del modernísimo Hospital Regional, que con mucha justicia lleva el nombre de “REINA SOFÍA”, a quien debemos querer tanto los que vivimos en este pequeño “terruño americano”, como a Isabel La Católica, quien despren­diéndose de sus personales joyas -aún contra el querer del Rey- confiando solo en Dios y en el futuro de la humanidad, entregó al iluminado navegante, -tal vez-lo único suyo, para que emprendiera la sin par aventura del descubrimiento.

El ilustrísimo Sr. Antoni Ciurana i Zaragoza, Alcalde de la noble ciudad de Lérida, en la región de Cataluña ha delegado en el Dr. Miguel Puertas Farras, como su representante, importantes proyectos y acuerdos de beneficio recíproco en diferentes campos entre las ciudad de Lérida, España y Lérida Colombia, en emocionante acto de hermandad.

Cometería una injusticia en mi condición de aficionado a la investigación de archivos, pasar por alto en estos momentos, al recordar las nobles intenciones que desde el año 1963 tuvo el alcalde de la ciudad española de Lérida, Sr. Mario Arque Jarauta de hermanar las dos ciudades, nota que fue contestada por el decoroso leridense e inquieto intelectual Don Domingo García, en su condición de Secretario de la Alcaldía.

Reconozco que eran épocas difíciles y tan noble propósito no pudo cumplirse.

Además del Dr. Lizardo Moreno Sánchez, Alcalde del municipio de Lérida, conforman esta distinguida delegación que visitará la Lérida Española por invitación de su alcalde y demás preclaras autoridades, el Sr. Presidente del Honorable Concejo Municipal, Dr. Mario Quesada, hijo de dilectas personali­dades leridenses y en representación de la comunidad y la mujer, la distinguida dama, Doña Marlen Tinoco Beltrán, de muy larga y meritoria vida política y social en la desaparecida Armero y en la actual ciudad Regional de Lérida, en donde ocupa una curul en el Concejo Municipal, todos ellos sobrevivientes de la hecatombe de Armero y dirigentes muy confiables y dignos para representar a Lérida, al Tolima y a Colombia.

Que el Dios de las dos Léridas las mantenga unidas por los siglos de los siglos.

 

HUGO VIANA CASTRO

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A ESPAÑA

Torcuato Alejandro Ortega Viana*

Salud! oh! madre patria. En tus empresas Militares, en épocas pasadas, Alcanzaron tus huestes denodadas Para ti la mayor de las grandezas.
Tú hiciste que quedaran en pavesas Del Gran Turco, en Lepanto, las armadas, Y que el vuelo abatieran, asustadas Las triunfadoras águilas francesas.
Pero luego en el mundo Americano Viste eclipsarse tu guerrera gloria Después de batallar tan sobrehumano
Cual otro no registrase en la Historia, Mas no por cobarde te mostraste Sino porque á vencer nos enseñaste.
*Nació en Lérida el 6 de Diciembre de 1865, y murió en Barranquilla el 22 de Febrero de 1893.

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A LÉRIDA

Torcuato Alejandro Ortega Viana
Lérida cuna para mi tan cara Si yo pudiera de la lira mía Hacer brotar torrentes de armonía No un canto sino mil te dedicara.
La natura no fue contigo avara Y tantos dones te cedió a porfía que en no lejano y venturoso día Del progreso serás hija preclara
Cual Diosa de magnífica hermosura Que en su molicie su vigor no enerva, En mis sueños te he visto con segura

Planta, con los arreos de Minerva Marchando por amplísimos caminos A tus futuros prósperos destinos.

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DE LAS MINAS DEL BLEDO (1595) AL DISTRITO DE LÉRIDA (1850)

Levantase la ciudad de Lérida, en una hermosa sabana, conocida desde inmemoriales tiempos con el nombre de “peladeros”, muy fértil, pero a la vez muy seca, pese a su cercanía al río Bledo. Refiere Fray Pedro Simón -el Herodoto de tierra firme- que en el año de 1543 a los primeros de octubre, Alonso Luís de Lugo -hijo del Adelantado- y confiando en un indio por guía, dio orden al capitán Fernán Vanegas, para que con cincuenta hombres llegaran hasta el lugar de las minas, teniendo para ello que atravesar el bravo país “Panche” y el caudaloso río de la Magdalena.

“El cual, cargándose hacia el oeste, fue guiando a donde las hallaron, cumpliendo todo cuanto había prometido el indio y mucho más porque les enseñó las minas que estos soldados llamaron del pueblo del Cacique y otras de los Nueve Bohíos y otras que llamaron Bledos…”

Luego de este hallazgo, se animó tanto el espíritu de conquista que tras el oro se fundaron las ciudades de San Bonifacio de Ibagué y San Sebastián de Mariquita, las que competirían luego con la ciudad de San Dionisio de los Caballeros de Tocaima, primera fundación en tierra de los Panches, a quince leguas de Santa fe de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada.

Hecha la conquista de los Panches, se dieron las primeras encomiendas, recayendo en “hombres principales” del Nuevo Reino que ostentarán excepcionales cualidades como las de ser “honrado, buen cristiano temeroso de Dios y de su conciencia… de los principales de esta ciudad y cuantioso en hacienda… tratar verdad y mucha puntualidad (y acudir) a muchos favorecerles con fianza y otras buenas obras… Ser además hombre sagaz y astuto y bien disciplinado en las cosas de guerra”.

(AHN, Historia Civil, Tomo 17, f 287r y f 378v).

Tan egregias virtudes de hijodalgo las pudieron exhibir en Ibagué, el capitán Alonso Ruiz de Sahajosa, en Mariquita, Ambrosio Morales Bocanegra y en Tocaima Juan Díaz Jaramillo de Andrade. Dice Alejandro Carranza en su libro “San Dionisio de los Caballeros de Tocaima”, apoyado en Flores de Ocaríz, que Juan Díaz Jaramillo, fue encomendero de diez pueblos, luego tuvo las del Río Bledo, Coloya, Mariquita, Herveo y la de Antonio del Portillo en el sitio que posteriormente se llamó pueblo de las Piedras. Y hace énfasis al referir que junto con Martín Yánez Tafur y Gaspar Tavera labró con éxito sorprendente las minas de aluvión del Bledo y Sabandija.

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Doce de marzo, domingo de Lázaro del año de mil quinientos y noventa y cinco, indios y españoles de las minas del Bledo y Coloya, pudieron observar aterrorizados, lo que relata Simón:

“Entre esta ciudad y el poniente, a diez y seis leguas de distancia, a donde parte términos con la de Cartago por partes montuosas y partes rasas, está un volcán, el más notable de este Reino, el cual es un cerro redondo nevado, altísimo, que de pocas partes del Reino se deja de ver en tiempo sereno, por la nieve de que está cubierto toda la vida; por cuya cumbre y entre aquella envejecida nieve, está siempre saliendo una pirámide de humo que se ve algo encendida en las más oscuras noches.

Los rastros de piedra pómez, azufre y arena menuda negra que hay a muchas leguas de sus contornos, en especial a la parte de esta ciudad de Mariquita hasta el Río Grande, dan claras muestras de haber en otros tiempos reventado este volcán por cumbres y sembrado todas estas cosas. Pero la reventazón que con evidencia vieron y oyeron los de este Reino, fue a doce de marzo, domingo de Lázaro del año de mil y quinientos noventa y cinco, como a las once del día, cuando dio tres truenos sordos como de bombarda, tan grandes que se oyeron más de treinta leguas por toda su circunferencia, causados de haber reventado este cerro por bajo de la nieve por el lado que mira al este y nace este río Gualí.

Abrió de boca más de media legua en que quedó descubierta mucha piedra azufre y debió, sin duda, hacerse la reventazón por el lado y faldas que siempre tenía abiertas por muchas partes, a causa de que debe de tener fuego muy profundo y la boca de la cumbre angosta y poder por allí vomitar tanta maleza como arrojó en esta ocasión.

En la parte por donde reventó ahora, tienen su principio dos famosos ríos: el que hemos dicho de Gualí, vecino a esta ciudad, y otro mayor que él, a cinco leguas camino de la de Ibagué, que llaman el de la Lagunilla, ambos, como hemos dicho, de la nieve que se derrite de lo alto.

Estos debieron de atajarse con la tierra que arrojó la reventazón y rebalsando algún tiempo sus corrientes, salieron después con tanto ímpetu ayudado por ventura de nuevas fuentes que se abrieron en esta ocasión, que fue cosa de asombro sus crecientes y el color del agua que traían que jamás parecía que era agua, masa de ceniza y tierra, con tan pestilencia olor de piedra azufre que no se podía tolerar de muy lejos. Abrasaba la tierra por donde se extendía el agua y no quedó pescado en ninguno de los dos que no muriese.

Fue más notable esta creciente que en el río Gualí, en el Lagunilla, cuya furia fue tal que desde donde desemboca por entre dos sierras para salir al llano, arrojó por media legua muchos peñascos cuadrados, en que se echó de ver su furia más de que si fueran redondos, y entre ellos uno mayor que un cuarto de casa. Ensanchase por la sabana más de media legua de distancia por una parte y otra, mudando por la una de nuevo la madre y anegando la inundación todo el ganado vacuno que pudo antecoger en cuatro o cinco leguas, que fue así extendido hasta entrar en el de la Magdalena, abrazando de tal manera las tierras por donde iba pasando que hasta hoy no han vuelto a rebrotar sino cual y cual espartillo. No se sabe haber hecho otros daños”.

Fue ésta la primera “avalancha” conocida por los Cronistas de Indias.

Los”lenguas doctrineros”, tuvieron noticias de los Panches, de otras más, que ocurrieron en épocas remotas, anunciadas por columnas de humo que expulsaba una lejana montaña, muy alta, vestida siempre de blanco. El encomendero Félix Beltrán de Caicedo, pidió en 1626 a la Real Audiencia, merced de tierra, entre los ríos Bledo y Lagunilla, “para poder hacer maíces, para poder sustentar esclavos que hoy tengo en la labor de minas de plata de Santana y abrir caminos y paso en el río grande por donde muchas comodidades pueden pasar los indios en las conducciones que hoy vienen a estas minas”.

El descubrimiento de las minas cambió por completo el panorama histórico tanto de los conquistadores como de los aborígenes, el “modus operandi” de la demora y el tributo, sufrirá algunos cambios y ocurrirá un nuevo tipo de relaciones de producción y de trabajo indio. Para alimentar a cientos de mitayos venidos de la región muisca y a una infinidad de negros esclavos que operaran especialmente en las minas de Manta y de Santana, Lumbí, Sabandija, Lagunilla, Bledo y Coloya, los mismos empresarios solicitaron por la vía de la merced a la Real Audiencia de Santa fe, tierras para fundar estancias de trapiche, hatos y maizales.

En la muy comentada visita de Lesmes Espinosa Saravia -Oidor de la Real Audiencia- en 1627 a la “Encomienda de Tierra Caliente”, en la que ordena “urbanizar” dispersas e improductivas encomiendas, mediante la agregación de indios debidamente censados y clasificados por edad, sexo y condición tributaria, contando -eso sí- con Iglesia, cura doctrinero, cárcel y dehesa para los ganados de los habitantes de estas nuevas “poblazones”, obedeciendo esta novedosa reorganización a una intuitiva división del trabajo, propuesta por Don Juan de Borja, el genial estratega, exterminador de los Pijaos, Caballero de “Capa y Espada”, a quien hubo de recurrir Carlos V para dar fin a tan bárbara guerra, que ya pasaba los sesenta años y que si frenaba los proyectos de conquista, mortificaba más el orgullo hispano y las arcas del reino.

En su visita Lesmes ve fundar a Pueblo Nuevo de la Trinidad del río Coello -tierra de Cuniras-, a San Sebastián del río de las Piedras y a Ambalema de Tomás de Bocanegra del río Grande de la Magdalena. Se ha formado además, una población en el Valle de Coloya, donde un grupo de indios Nataimas han sido reducidos, pues siendo serranos le tienen aversión a los Panches de Ambalema y han rehuido su compañía.

Es Diego de Rodríguez, el comisionado por el Oidor para instalar a esos tributarios de Francisco de Cárdenas, en el Valle de Coloya, donde ha mucho tiempo viven indios, excepcionales orfebres, que han dejado atónitos a los españoles con sus doradas filigranas y finísimas cerámicas, elaboradas las primeras con oro sacado a flor de tierra de los mismos patios de sus bohíos y las segundas extraídas de caolines y calizas lavadas por el río Bledo, llamado así por sus descubridores, por haber hallado en sus orillas esta planta, más que en otros, tan exuberante como abundosamente. Para imaginar el entorno de ese lejano trópico, la visión de la Corona y el manejo jurídico, político y social en los primeros cien años de conquista, con la aplicación a medias de las bondadosas “Leyes de Indias” y las “Nuevas Leyes” que irritaban a los encomenderos por lesionar mucho sus intereses, transcribamos la parte final del Acta de Visita de Lesmes de Espinosa al sitio de Ambalema:

Proveyólo el señor Doctor Lesmes de Espinosa Saravia del Concejo de Su Majestad y su oidor más antiguo de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada y Visitador General de los partidos de tierra caliente en el sitio de Ambalema de Tomás de Bocanegra riberas del río grande de la Magdalena jurisdicción de la ciudad de Tocaima a quince de agosto de mil seiscientos veinte y siete años.

Diose cumplimiento Rodrigo Zapata

El Corregidor Pedro de Córdoba cumpla y execute la comisión de otras que está mandada dar con el salario y termino en ella sentado con que en cuanto a los indios nataimas de río Recio de don Francisco Cárdenas no a de tocar por haberlo mandado con nuevo acuerdo a reducir a la nueva población en el Valle de Coloya, la cual se está ejecutando por Diego Rodríguez, con comisión mía la cual a parecido así por haberme informado que son indios serranos y que tienen aversión a los indios panches de Ambalema y con esta declaración execute esta comisión repartiendo los salarios prorrata entre los demás indios en ella y así lo mandó el dicho señor oidor visitador general en Tocaima a dos de noviembre de mil seiscientos veinte y siete años y lo señaló.

Rúbrica Antemi Rodrigo Capata.

Basilio Vicente de Oviedo, excelente cronista colonial, en su obra “Cualidades y Riquezas del Nuevo Reino de Granada”, escrita en 1761, hace la siguiente acotación:

“El corregimiento de los Panches contiene el curato que llaman Guayabal de la Mesa y sus agregados la Mesa y el Hospicio y pueblos de Anapoima, el de Guataquíes, el de Coello, el de las Piedras, el de Ambalema, el de Venadillo, el de Colombaima, el de Nimaima, el de Sasaima, el de Tocarema, el de Síquima, el de Bituima y el de Coloya”.

Pero, las poblaciones y resguardos de la banda occidental del río de la Magdalena, caían bajo la jurisdicción de la ciudad de Mariquita: Coello, Piedras, Venadillo, Ambalema y Coloya. Las de la banda oriental pertenecían a la de la ciudad de Tocaima. El Corregidor de Panches resolvía pleitos y conflictos surgidos entre estos o con sus encomenderos u otras autoridades.

Los 118 derechos, adquiridos como mercedes otorgados primero por los cabildos de Mariquita y Tocaima, y luego con permiso de la Presidencia de la Audiencia de Santafé de Bogotá, se convirtieron en importantes unidades productivas de hatos y trapiches combinados con sementeras y huertas de frutos de “pan-coger”, atrayendo a los indios mitayos que huían de las minas por el arduo e infame trabajo en húmedos socavones, que muy pronto les depararía el fin de la existencia.

La rudeza de la explotación minera, estimuló el “cimarronismo” entre los negros – más fuertes que los indios -, que fueron muchos a parar a estas estancias, donde de todas maneras era menos fuerte el trabajo y mejor tratados por sus nuevos amos. La boga en el Magdalena, la carga, la arria y las “viruelas”, como el desarraigo de sus familias – en especial los mitayos chibchas -fueron como dice Simón, “minorando a los naturales” que de varios millones que eran en el tiempo de la conquista, no quedaban más de treinta mil en todo el reino”.

Pero a cambio de ellos y como natural amalgama de razas participantes en ese lapso convulsionado de nuestra historia, quiso ése crisol demográfico fundir el elemento llamado criollo o Mestizo, fruto de combates, odios y amores de conquistadores y conquistados, ó, si vale la expresión, fruto del conquistador conquistado.

Para corroborar lo anterior, Alejandro Ortega, en su opúsculo manuscrito intitulado “Gentes de Mariquita”, relata que en 1680 “amestizados” dedicados a faenas de campo de Guayabal de Mariquita y Coloya se quejaban ante el protector de indios, de las invasiones que mulatos, mestizos y mitayos que huían de las minas, hacían de sus labranzas y tierras de crías que ellos poseían como resguardo.

En el archivo Nacional de Colombia (Empleados Públicos, Tomo VIII, Folio 490 r) existe el curioso documento que involucra intereses de terratenientes, justicia y fuerza armada en la zona comprendida entre el río Recio y Lagunilla, es decir en jurisdicción hoy de los municipios de Armero, Lérida, Ambalema y Venadillo.

La litis la sostuvieron entre 1665 y 1672 los hacendados Francisco de Arciniegas y Felipe Muñoz, al respecto, comenta Arciniegas: “me obligaron a pedir limosna a mis compadres y vender un negro de mi hacienda a menor precio de su valor”, y manifiesta además, que después de varios años de pleitear, disminuyó mucho el tren de vida de su noble familia a punto de privar a sus hijos de escuela y doctrinas, como también de “verse forzado a cumplir con los preceptos de las fiestas religiosas en el pueblo de indios de Coloya”. Lo desalojaron “por la fuerza”.

A pesar de ser Coloya, un resguardo y encomienda pequeña fue muy codiciada, por los pagos en oro de la demora que hacían los indios muy cumplidamente, y que originó, debido a la presión de los últimos encomenderos, el alzamiento de los Coloyas, coligados con algunos esclavos y mestizos desafectos a Doña Petronila Ruiz Montero de Correcha y a los descendientes de don José Arciniegas, estos últimos protagonistas de la disolución de ese resguardo con la finalidad de aumentar los límites de sus haciendas y las estancias tabacaleras.

El levantamiento e incendio debió producirse después de 1778, pues el censo levantado por el gobierno Virreinal en la Provincia de Mariquita, aparece el “Pueblo de Coloya”, con las siguientes novedades:

Total habitantes……2.346
Eclesiásticos………. 2
Blancos…………….. 622.
Indios……………. …251
Libres………………. 1.258

Esclavos…………….186

Pero llama la atención que debajo de Coloya, en el cuadro censal aparezca “Peladeros”, sin ninguna información dando a entender que los datos de éste se incluían en el empadronamiento de Coloya.

No sabemos a ciencia cierta cuándo fue el traslado a Peladeros de los damnificados por el incendio y alzamiento de Coloya, cortos se quedaron los autores de monografías del Tolima en esta información:

Eduardo Torres en su “Geografía del Tolima” dice: “Fue fundada ésta población (Lérida) con el nombre de “Peladeros” en el año 1.777, nombre que conservó hasta el año de 1851 en que la Cámara Provincial de Mariquita le dio el nombre de Lérida a petición de los vecinos…” y Villegas, en su “Anuario Estadístico e Histórico del Tolima”, anota: “En el año de 1690, un grupo numeroso de españoles se estableció allí, reduciendo a la servidumbre a sus moradores, lo que determinó el alzamiento de éstos, motivos por el cual los españoles solicitaron a la Real Audiencia de Santafé de Bogotá el traslado de esta cabecera a la Hacienda de “Peladeros”, de propiedad de la señora Manuela Arciniegas, quien había cedido ya los terrenos para la traslación, petición que fue concedida por la Real Audiencia, el Virrey Manuel Antonio Flores dio forma legal al hecho el día 26 de junio del año de 1777, con el nombre de Peladeros”.

Lo que no ofrece duda, es el empadronamiento efectuado en 1775 en Peladeros, de su primer núcleo de pobladores, donde es censado Don Luís Girón, Alcalde del Distrito (así dice), su esposa María Rosa Sánchez y su prole. Esto afirma que Peladeros en un comienzo (1775?) estuvo separado de Coloya, hasta cuando ésta quedó casi completamente deshabitada, perdiendo su ente legal y cayendo inevitablemente en la jurisdicción de Peladeros como simple vereda o fracción de éste nuevo partido.

Sin perder -eso si- la tradición y fervor religiosos de sus gentes a la trigueña Virgen de la Candelaria -aparecida en 1695- protectora de indios de encomienda, pero a la vez venerada y amada por los viejos conquistadores e hijodalgos que como legítimos herederos del Cid, lograron dominar estas hermosas, aunque ariscas tierras.

En 1778 el Gobernador de la Provincia de Mariquita, el complicado Caballero de la Orden de Santiago, Don José de Palacio y Valenzuela visitó Peladeros en sus “funciones de República” y también para conceder permisos para siembras de tabaco, con destino a la factoría de Ambalema, cumpliendo normas muy estrictas de la nueva organización del estanco colonial como la venta por cuenta de la Real Hacienda, medidas impuestas por el visitador Gutiérrez de Piñeres y que hacían parte del llamado “Nuevo sistema económico” para las colonias en el reinado de Carlos III.

Durante la insurrección comunera en 1781 motivada por el aumento del 12.5% sobre la botija de aguardiente, más el 6% de la alcabala, cosecheros y peones de Peladeros que antes se habían opuesto a las medidas de Diego Berenguer, Administrador de la Factoría de Ambalema, en una protesta sin precedentes en la historia colonial de la provincia, encabezada por José de Mesa y Armero, antiguo asentista y uno de los mayores cultivadores en tierras de Peladeros y Guayabal, no disimularon sus simpatías por Galán, y cientos de peladerenses lo acompañaron hasta la disolución de su indisciplinado ejército, que sucumbió en unas capitulaciones que no pudo cumplir el más santo Virrey de este Nuevo Reino, el celebrado intelectual Don Antonio Caballero y Góngora.

Entre 1781 y 1799 de acuerdo al número de matas cultivadas en el Distrito de Ambalema que sumó un total de 11.575.000 Peladeros aportó 1.578.000 incluyendo 16.000 de Coloya. (Harrison. “The Colombian Tobacco industry”, pág. 19). Este autor asegura que se trata del total de matas sembradas en un año completo, dos cosechas: la principal y la mitaca y que la propia factoría estimaba en 27 libras de tabaco para fumar por cada 100 matas.

Visto el libro de ingresos de 1782 que llevaba Don Santiago Tello de Meneses, Oficial Real de las Cajas, Juez de Puerto y Administrador de la Renta de Alcabalas de Honda, en la relación de “Frutos de la Tierra” que se recaudan en el puerto del retiro, encontramos:

Poblaciones y Mercaderías, que de ellas se trajeron:

Ambalema: Azúcar, miel y cacao
Ibagué: Panela
Lagunilla: Miel
Manta: Garbanzos y Costales
Peladeros: Cerdos, ollas, carneros.

 

Proclamada la independencia en 1810, Honda y Mariquita formaron Juntas y estas recibieron el apoyo de los demás partidos de la provincia, entre ellos Peladeros.

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El Estado de Cundinamarca en 1812 presidido por el Precursor Antonio Nariño, tuvo anexada a la Provincia de Mariquita como parte integral del Estado, igual que otras regiones de la Nueva Granada. Estas provincias estaban gobernadas por un Subpresidente nombrado por el Presidente de Cundinamarca.

Durante la Subpresidencia de Nicolás Manuel Tanco en 1813 se ordenó “alistar doscientos hombres que debían seguir a Popayán”, para este efecto a la Provincia de Mariquita se le señaló una cuota de 31.500 pesos; a Peladeros le correspondió la suma de 600 pesos, los que fueron recaudados por el mismo Comandante de Armas de la Villa de Honda Doctor Antonio Viana y Zevallos y por el Coronel Feliciano Otero, que fue quien llevó el regimiento al sur en apoyo de Don Antonio Nariño. A los curas párrocos también les fue asignada la cuota de préstamo forzoso por el Arzobispado, para completar el reparto que le correspondió al clero; al cura de Peladeros Doctor Juan Nepomuceno Daza, le tocó aportar la suma de 200 pesos.

Declarada la independencia total de Cundinamarca, en acta firmada en Mariquita el 14 de agosto de 1813 ante el Subpresidente José León Armero, se ordenó “Jurar y Proclamar” dicha independencia en Ciudades, Villas y Partidos. El día 22 de agosto fue jurada en Peladeros, en acto público por sus autoridades y vecindario, menos por el cura Daza, quien dijo a los Alcaldes del Partido, “no puedo prestarlo ante jueces laicos según las leyes canónicas”; estas mismas razones alegó el cura de Ambalema Miguel Cornelio García.

Preso el Presidente Nariño en Pasto, el diez de mayo de 1813, la República de Cundinamarca quedó a la deriva y don Bernardo Álvarez no pudo contener la furia de los “Federalistas” que arreciaban la guerra contra Bogotá, capital de la “Centralista” República de Cundinamarca. Otras se declaraban independientes tanto de Cundinamarca como de la Confederación de las Provincias Unidas, presidida por el Doctor Camilo Torres. El 12 de diciembre de 1814 el coronel Simón Bolívar al mando de las tropas federales sometía la capital y a Cundinamarca al Gobierno de las Provincias Unidas.

El 22 de diciembre de 1814, la Asamblea reunida en Honda, declaro que la Provincia de Mariquita sería independiente de España, de Cundinamarca o de cualquier otro gobierno que no fuese elegido popular y legítimamente por los pueblos”, y nombró Presidente (interino) al Doctor José León Armero y García, prohombre mariquiteño, nieto de un noble español. La nueva República fue dividida en cinco departamentos: Mariquita, Ibagué, Honda, Espinal y Ambalema. A éste le correspondió hacer parte a Peladeros como partido, recibiendo la atención de la nueva República, cuya avanzada Constitución, hacia énfasis en la educación, dotando de escuelas de primeras letras a todas las localidades, creando además en los antiguos resguardos, centros educativos especiales para indígenas y negros. Y estableciendo la libertad de vientres, naciendo libres los hijos de las esclavas.

Por virtud del Tratado de Valencey, celebrado con Napoleón Bonaparte el 11 de diciembre de 1813, Fernando VII regresó al trono y se propuso reconquistar las colonias revolucionadas en América.

La situación de las provincias de Santafé, Mariquita y Neiva era desesperada. La reconquista entraba triunfante por el río Magdalena. El Gobierno del triunvirato (Del Castillo, Villavicencio y Mejía) confundido ante los hechos, derroca amigablemente a Armero de su quimérica República y para defender el puerto de Honda -antesala de Santafé- nombra a uno de sus miembros Gobernador de Mariquita, el “triunviro” Antonio Villavicencio y Verástegui, excapitán de Fragata y Conde de Real Agrado.

Pero en audaz asalto al cuartel de Honda, organizado por Juan Lerchundy y ejecutado por los negros esclavos de la hacienda la “Egipciaca”, expropiada a los jesuitas y perteneciente luego al ramo de temporalidades, lograron capturar al gobernador Villavicencio y a otros más, haciendo fácil la llegada del comandante Donato Ruiz de Santa Cruz y con él la reconquista de la Nueva Granada. Villavicencio enviado a Santafé es llamado el “promartir” de la independencia neogranadina. Armero, huyó al Cauca, pero derrotados los patriotas en la batalla de la “Cuchilla del Tambo”, fue remitido a Santafé y de allí, encadenado llegó a Honda para ser fusilado en la “Plaza del Alto del Rosario” el 1o. de diciembre de 1816.

Durante la ocupación los pueblos de la provincia en completa indefensión, asumieron una actitud pasiva pero que a la postre contribuyó al descalabro de la reconquista: abandonaron las siembras de tabaco en Guayabal, Ambalema y Peladeros, arruinándose casi por completo la factoría y disminuyéndose las rentas por tal concepto que eran las que sostenían la nación.

El paso de la Independencia a la República fue inmediato, lo primero que se hizo fue organizar el gobierno y administración de las provincias. El concepto de Corregimientos y Partidos ya no tenía vigencia; pero regía las de las provincias impuesta por la Constitución de Cádiz de 1812, que fue adoptada por los gobiernos de la Independencia. Por Decreto del Vicepresidente Santander de 23 de marzo de 1822, orgánico de los Cantones y Cabildos de Mariquita, se dispuso; “… 2o.- El Cantón de Honda se compondrá del territorio de los cabildos de esta villa y la ciudad de Mariquita: al primero se agregan las parroquias de Ambalema y Beltrán separándolas del antiguo cabildo de Tocaima y al segundo las de Peladeros y Venadillo”.

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Pero al surgir inconveniencias en la división política se convocó a la Junta Provincial, en Honda, bajo la presidencia de Don Antonio Racines, la que después de deliberar ampliamente sobre la materia, en lo que cuenta a Peladeros, acordó: “El Cantón de Mariquita se organiza regularmente con la misma ciudad, Bocaneme, Lajas, Santana, Guayabal, Coloya, Peladeros y Venadillo”.

En la primera provisión de cargos, el antiguo Ministro del Tesoro, Don Antonio José González, en carta de 5 de septiembre de 1819 recomienda para factor de tabacos de Ambalema a Felipe Terreros, ciudadano natural de Peladeros y vinculado a ese ramo. Había que reactivar la producción, consumo y exportación de lo que “es el origen de todos o casi todos los recursos del Estado”. Según informe del Administrador General de la Renta de Tabaco, José María de la Rocha, en informe al Gobernador Comandante General de Mariquita, el 8 de septiembre de 1820 dice “La deuda que contrajo y no pagó el Gobierno Español al gremio de cosecheros fue de 15.142 pesos 7.1/2 reales, y la que ha contraído la República alcanza a 12.971 pesos 7.3/4 reales según lo demuestra el estado presentado por el factor en fin de julio del presente año”.

Las fundaciones, patronatos, capellanías y censos otorgados en vida o en sus testamentarias por fíeles cristianos a curatos y conventos, gravando a perpetuidad sus haciendas, trapiches, dehesas y estancias, frenaba el comercio de ellas por estar en “manos muertas”, convirtiéndose esa institución en factor de atraso frente a los ideales políticos y económicos de la naciente República.

Para poner fin a tan embarazosa situación frente a los intereses clericales, que pudieran sentirse afectados, en 1821, el Vicepresidente de la Gran Colombia, General Francisco de Paula Santander, ordenó mediante lacónico decreto;

“Suprímanse los conventos de Honda y Mariquita y dense sus rentas a la educación”.

Entregadas esas rentas en la Provincia de Mariquita al recién fundado Colegio de San Simón de Ibagué, su sindicatura optó -por falta de liquidez- poner a remate los inmensos predios rurales que ahora le pertenecían.

El acucioso investigador Doctor Hernán Clavijo Ocampo, así lo refiere en su obra (recientemente publicada) “Formación Histórica de las Élites Locales del Tolima”, estupenda investigación de archivo:

“Según el acta de entrega a las rentas del Colegio San Simón de las escrituras, papeles y fincas pertenecientes a los suprimidos conventos de San Francisco y Agustinos Descalzos de la ciudad de Honda en 1825, el valor de los principales, representados en casas, tiendas y solares, ascendía en 1829 a más de 37.500 patacones de 8 reales.

Estos bienes y su valor comparado con el de la finca raíz rural, revelan que el capital amortizado a favor del estamento eclesiástico en esas jurisdicciones estaba representado principalmente en bienes raíces urbanos, no obstante la decadencia de la actividad comercial en Honda en ese período.

Sin embargo la valorización que estas tierras adquirieron con la expansión del cultivo de tabaco era virtualmente reconocida en 1829 por el síndico del Colegio San Simón cuando advirtió la depreciación de algunas de ellas (Montalvo y Lagunilla) por la no utilización de sus ventajas naturales para dicho cultivo, en tanto eran dedicadas a la cría de ganados, y subrayaba además la inconveniencia de uso productivo al impedir a campesinos cosecheros de las parroquias de Peladeros y Coloya su dedicación a la agricultura, causando con ello el alza en los precios de productos como el maíz.

Sin embargo esta opinión no puede considerarse un indicio de particulares contradicciones entre los terratenientes ganaderos y el campesino arrendatario, pues a fines de la década de 1830 se inició la expansión de dichos cultivos sin llegar a afectar sustancialmente la cría y ceba de ganados, cuando la factoría de Ambalema, por fin, admitió que los hacendados cultivaran tabaco en sus tierras y éstos empezaron a transformarse de rentistas en empresarios e incrementar el control sobre los arrendatarios.

Con base en el índice Richmond de la Notaría de Honda, se deduce que veintiséis propiedades rurales ubicadas en jurisdicción de esta villa y de la ciudad de Mariquita, que también pasaron a ser de las rentas de dicho colegio, fueron rematadas por diez familias vecinas de esta ciudad y de Honda, la mayor parte emparentadas entre sí.

Ellas fueron Viana, Diago, De la Roche, Ribón, Armero, Chávez, París, Barrio Nuevo, etc., quienes debieron reconocer gravámenes de censos y capellanías que las afectaban por valor de 16.000 p., aproximadamente. Entre dichas propiedades figuran los terrenos de las principales haciendas de la zona norte de la provincia, entre las cuales se distinguen: Santo Domingo, San Antonio, La Egipcíaca, Bledonia, La Unión, Lagunilla, La Ceiba, San Jerónimo, Hidalgo, ínsula, San Felipe, etc. y las minas de Malpaso. Durante el auge tabacalero, muchas de estas tierras adquirieron precios cien y más veces superiores a los pagados por su remate y se convirtieron, al ser enajenadas a empresarios exportadores, en una fuente de enriquecimiento para los propietarios de entonces (Viana y Lezama, etc.).

Y continuamos con Clavijo Ocampo: “La relación entre el proceso de desamortización y la acumulación originaria de capital por, entre otros sectores de empresarios relacionados con el auge exportador de tabaco, se ve claramente en sus inversiones en tierras de los resguardos y en la formación de haciendas ganaderas y tabacaleras.

Particularmente en Guayabal, Méndez, Ambalema y Coloya”. En 1830 la presión de terratenientes y comerciantes sobre las tierras de los resguardos ubicados en la zona tabacalera, suscitó la reacción de varias comunidades indígenas como la de Coloya, Piedras y Beltrán, quienes otorgaron poder a terceros para su defensa ante las autoridades.

“Entre 1843 y 1847 más de doscientas familias fueron llevadas, procedentes de los ejidos de Ibagué, a las haciendas de Lérida tal vez por la escasez de peones o para abaratar la mano de obra, éste episodio lo recuerdan en memorial dirigido al Cabildo Ibaguereño en 1871 (Archivo Histórico de Ibagué) “La motivación para autorizar la venta de los resguardos fue la escasez de indígenas y la improductividad en que mantenían sus tierras o sea la decadencia de la agricultura en ellas, así como el interés de un nuevo tipo de propietarios para fomentarla. Con el producto de la venta del doceavo de los resguardos que correspondería al Estado, se proyectó financiar el establecimiento de escuelas de primeras letras, su equipo y pago de sueldo a los maestros”.

Con la recuperación de la producción de tabaco, el resguardo de Coloya fue objeto de la creciente multiplicación de sus propietarios; cosa igual sucedió -durante el auge exportador tabacalero- cuando se inició el juicio de partición como propiedad proindivisa de San Francisco de la Sierra, con una superficie de 8.326 hectáreas y 232 comuneros, que habían adquirido derechos, bien, heredados desde el pasado siglo o adquiridos a terceros mediante la cesión de la posesión.

En 1933 el predio tenía un avalúo catastral de 153.484 p. moneda corriente. Este juicio terminó en 1943 cuando recibieron su título los comuneros, debiendo de afrontar todo tipo de luchas y conflictos, hasta armados, en un lapso de casi cien años. El comunero propietario de la mayor extensión de tierra era el ganadero Vicente Valencia, residente en Honda. Los títulos de este latifundio se remontan a 1760 y hacían parte del inventario de bienes de la mortuoria del español Tomás Gutiérrez.

El inmenso globo de terreno denominado Bledonia, le correspondió en el remate de San Simón a Ricardo Diago Aranzazu, una parte fue adquirida por Ignacio Gutiérrez Armero y otra por Josefa Armero quienes vendieron a Francisco Montoya y a Ricardo Diago Aranzazu sus derechos. Este vendió antes de 1850 con pastos artificiales y corrales la muy afamada Montalvo a Gratiniano Vargas (según consta en los protocolos de la Notaría de Ambalema) rico ganadero y prestamista. Las tierras denominadas “ínsula” y “Ovejas” les correspondió en el reparto simoniano a los hermanos Diego Antonio y Norberto Viana Armero, quienes las poseyeron hasta el año de 1869.

El General Maximiliano Neira Diago y sus hermanos, heredaron la hacienda de Bledonia, pero también sus deudas, perdiéndola tras de una litis que duró cuarenta años, con los descendientes del potentado prestamista Gregorio Castrellón.

Otro hecho, no económico, influyó para el crecimiento demográfico y urbano de Peladeros-antes de recibir las aguas bautismales de la Cámara Provincial de Mariquita y fue la espantosa inundación que arrasó la incipiente colonización que se desarrollaba en las vegas del río Lagunilla, jurisdicciones de Guayabal y Peladeros.

De varios relatos que se conservan sobre tan espantosa tragedia, transcribimos el texto de Don José Manuel Restrepo: Catástrofe en el Lagunilla (Tomado de Diario Político y Militar, Tomo 3, 1835-48.

“El 19 del corriente a las siete de la mañana ha ocurrido una catástrofe lamentable en el río Lagunilla, que corre del poniente al Este y desemboca en el río Magdalena. En dicha hora se oyó un gran ruido en la vega del río, y se sintió como un temblor de tierra. “En breve apareció una inmensa inundación de lodo que cubrió y arrasó los bosques, las casas y los desgraciados habitantes que no huyeron… han muerto como mil habitantes de la parte alta del valle de lagunilla.

“Más probable es que una gran parte del nevado del Ruiz, de donde nace el Lagunilla, se derrumbó con la nieve y tapó el curso de las aguas; aumentadas éstas con el deshielo de la nieve rompieron la tapa, arrastrando cuanto encontraron al paso y mezclando mucha nieve que aún no se había disuelto. Creen otros que acaso el Ruiz, que es un volcán hizo alguna erupción de lodo, lo que prueba con el hecho de que aún el mismo río Magdalena tuvo sus aguas hediondas a azufre. Se ensuciaron tanto que no se podía beber, y los peces medio muertos huían.”

Esto obligó a que varias familias de agricultores de las cercanías a las vegas del Lagunilla, igual que algunos ganaderos ricos de Guayabal, afectados también por el represamiento que se hizo en el río Sabandija, arrasando cientos de cabezas de ganado, resolvieron instalarse en la bien protegida población de Peladeros para poder desde allí continuar sus labores agrícolas y ganaderas. Además así lo recomendó el Gobernador de la Provincia Don Uldarico de Leyva.

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CENSO DE LOS HABITANTES DE PELADEROS 1775

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José María Meneses 43 años
Isabel Saavedra 43 años
Hijos:
Juan Evangelista 20 años
Beatriz 16 años
Victoriano 15 años
Demetrio 14 años
Rufina y Cirilo (M) 12 años
Concepción 10 años
Manuel 8 años
Salvador 6 años
Gabriel 4 años
Andrés 3 años
Ruperto 2 años
Francisca 1 año
Crisóstomo (pecho)

 

El Señor Alcalde del Distrito:
Luís Girón 42 años
María Rosa Sánchez 36 años
Hijos:
María Encarnación 18 años
Valentín 14 años
María Jesús 12 años
Feliciana 10 años
Ruperto 8 años
María Asunción 6 años
Andrea 4 años
Bárbara 1 año
Sobrina y otro agregado;
Silvestre Sánchez 6 años

 

Vicente Cubides 40 años
María Fea Sánchez 36 años
Gregoria 17 años
Lucía 10 años
Rozo 2 años

 

Juan María Moscoso 31 años
María Sánchez 30 años
Francisco 10 años
Zacarías 8 años
María de los Ángeles 6 años
Higinio 4 años
Vicente (pecho)

 

Vicente Girón 46 años
María C. Guzmán 25 años
Pío 20 años
Apolinar 18 años
Ceferino 15 años
Antonio 9 años
Petronila 7 años

 

Juan Crisóstomo Alvia 38 años
Nazaria González 30 años
Loreto 13 años
Santiago 10 años
María Asención 6 años
Antonia 4 años
Cayo María 2 años

 

José Hernández Olaya 38 años
Ignacia Sánchez 30 años
Hijos:
Venancio 14 años
Patricia 12 años
Albino 10 años
Casimiro 8 años
Telésforo 6 años
Catarina 4 años
Vicente 2 años

 

Miguel Olaya 80 años
María Antonina? 50 años
hijos:
Isidora 24 años
Trinidad 22 años
Silveria 18 años
María Salomé 16 años
Toribia 14 años
Valentín 12 años
Jerónima 10 años
Luisa 8 años

 

Vicente Herrana 39 años
Eusebia Feria 33 años
Eucaristía 16 años
Silvestre 14 años
Manuela 12 años
Manuel 10 años
Felipe 8 años
Josefa 6 años
Águeda 4 años
Eustacio 2 años
Felipe (pecho)

 

Fermín Alvis 24 años
Paulus Espinosa 29 años
Hijos:
Isabel 3 años
Agripina Petronila 6 años

 

Loreto Duarte 28 años
Eugenia Girón 26 años
Hijos:
Eduardo 9 años
María 7 años
Bernardo Lozada 27 años
María Pastora Sánchez 24 años
Josef 7 años
Manuel 4 años
Pascual 2 años

 

José María Olaya 36 años
Gregoria Osorio 24 años
Faustina 6 años
Alejandra 4 años

 

Clemente Sánchez 25 años
Rufina Lozada 24 años
Hijos:
Faustina 6 años
Lorenzo (M) 6 años
Evangelista 3 años
Estefanía 1 año

 

Alejandro Guzmán 25 años
Gregoria Girón 24 años
Hijos:
Félix 4 años
Dolores 2 años
María Eustaquia (pecho)

 

Juan Pina 36 años
Teodora Herrans 29 años
Hijos:
Manuela 4 año
Jesús 2 años
Bárbara (pecho)

 

Ignacio Olaya 36 años
Tomasa Díaz 30 años
Hijos:
Jerónima 8 años
Luisa 6 años
Isidro y María (M) 4 años

 

Nicolás Sánchez 55 años
María Penagos 24 años
Fernando 24 años
Santiago 20 años
Josefa (pecho)
Agregado:
Espíritu Santo 20 años
Fulgencia 16 años

 

Dionisio Lozano 38 años
Sebastiana Ortiz 26 años
Hijos:
Pedro 8 años
Felicia 5 años
Andrea (pecho)

 

Félix Sánchez 43 años
Francisca Lugo 36 años
Hijos:
Anselmo 20 años
María Inés 15 años
María de los Ángeles 13 años
Joan 5 años
Josefa 2 años

 

José María Lozano 30 años
María Tomasa Lugo 24 años
Hijo:
Espíritu Santo 4 años
Matea 2 años

 

Narciso Sánchez 35 años
María Guzmán 20 años
Hijos:
Segundo 10 años
Justa 7 años
Agustina 5 años

 

Manuel Varón 50 años
Lorenza Girón 40 años
Ventura 16 años
Dionisio 14 años
Vicente 12 años
Bernardino 10 años
Florentina 8 años
Gervasio 6 años
María 4 años
María Tránsito (pecho)

 

Juan Castilla 30 años
María de los Angeles B 28 años
Juana 9 años
Josefa 7 años
Claudio 4 años
Magdalena 2 años

 

VIUDOS – SOLTERAS Y SOLTEROS
Rafael Bonilla
Hijos:
Román 18 años
Nicolasa 16 años
José María 10 años
Josefa 8 años
José 6 años

 

Miguel Sánchez (viudo)
Domingo Sánchez 20 años
Evaristo Sánchez 20 años

 

José Manuel Meneses Casado, su mujer ausente
Hijos:
María 11 años

 

Juana Malatesta (vda) 48 años
Hijos:
María Matilde 22 años
Cecilia 18 años
Tomasa 16 años
Feliciana 12 años

 

María Sánchez 24 años
Hijos:
Vicente 1 año

 

María Prudencia Zapata 28 años
Hijos:
Diego 8 años
Narciza 6 años
Cecilia 4 años
Felipa 2 años

 

María del Rosario Sánchez 25 años – soltera

 

Sebastiana Sánchez 20 años – soltera
Hijo:
Jerónimo 1 año

 

María Bedoya (casada marido ausente)
Hijos:
Pantaleón 23 años
Joaquín 12 años
Aquilino 6 años
Jacinto 3 años

 

Polonia Segura (vda) 77 años

 

Teresa Sánchez (soltera) 29 años

 

María Dolores Girón (soltera) 20 años

 

CENSOS DE COLOYA, PELADEROS Y LÉRIDA

1775 – Peladeros 205 habitantes
1835 – Peladeros 2.461 habitantes Coloya 501 habitantes (secular 1)
1843 – Peladeros 3.265 habitantes (incluido Coloya) (Esclavos 1)
1851 – Lérida 5.025 habitantes (Esclavos 4)
1859 – Lérida 7.351 habitantes
1985 – Lérida 15.777 habitantes
1993 – Lérida 22.600 habitantes Ciudad Regional

 

NOVEDADES CENSO 1985
1- Armero: 29.394 habitantes. Esta información corresponde a la población que arrojó el recuento de viviendas de la cabecera municipal, dado que la boletería censal se perdió en el desastre que acabó con ese municipio.

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NUESTRA SEÑORA DE COLOYA

Cuenta la tradición que “el 2 de febrero de 1691, varios meses después de la llegada de los españoles, los aborígenes fueron sorprendidos por una luz resplandeciente que iluminaba las primeras horas de la noche, la cual provenía de un árbol llamado Totumo, ellos se asombraron de tan inesperado aconteci­miento y se acercaron con cierto temor y recelo.

Y descubrieron la Bellísima imagen sonriente de la Virgen que irradiaba destellos de luz sobre el copo del totumo y desde entonces se le llamó “Virgen de la Coloya o Nuestra Señora de Coloya”.Tomado del folleto Nuestra Señora de Coloya del profesor Ángel Ayala Rondón.

Pero existe en el Archivo Nacional de Colombia, documento al que hacemos referencia en la presente compilación y que data de 1672, donde ya se tiene al Santuario de Coloya como lugar sagrado, venerado no sólo por los indios, sino también por hijos de encomenderos tal el caso de Don Francisco de Arciniegas y Castillo.

El DISTRITO DE LÉRIDA

El 5 de octubre de 1850 la Cámara Provincial de Mariquita produjo la siguiente “Ordenanza”:

Variando la denominación de los distritos de Melopia y Peladeros. La Cámara
Provincial de Mariquita en uso de la facultad que le confiere el art. 3o. Ley 21 de

3 de julio de 1848. ORDENA El distrito parroquial de Melopia se denominará en adelante en los actos oficiales distrito parroquial de Payandé y el de Peladeros distrito parroquial de Lérida. El presidente, N. Ramírez, El Secretario, Francisco Agudelo. Honda 5 de octubre de 1850. Ejecútese y publíquese.

El Gobernador, Eugenio Castilla.

El Secretario, Próspero Pereira Gamba.

y la siguiente es la comunicación del Gobernador al Sr. Jefe Político de Ibagué sobre ese particular:

REPÚBLICA DE LA NUEVA GRANADA

Gobernador de la provincia de Mariquita

Honda, 29 de octubre de 1850

Al señor Jefe político de Ibagué:

Remito a Ud. copia de la ordenanza XVIII de este año que varía los nombres de Melopia y Peladeros en los de Payando y Lérida a fin de que en adelante la parte que le toque en las informaciones de este Despacho decretadas el día de ayer y que a continuación se insertan. Los alcaldes respectivos fijarán grandes letreros en las esquinas de ambos distritos para avisar al público que los nombres de ellos no son ya Peladeros y Melopia sino Lérida y Payandé.

En todas las comunicaciones oficiales en la cubierta de pliegos que se dirijan por los correos y siempre que hayan de mencionarse verbalmente o por escrito, los mencionados distritos se citará con los nombres que les ha puesto la Ordenanza expresada, cuyo contenido debe observarse por todos los habitantes de la parroquia.

Ud. informará oportunamente sobre el cumplimiento de las órdenes contenidas en esta Nota.

EUGENIO CASTILLA

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Lérida ha dejado el nombre de Peladeros, el que soportó en un lapso que no puede decirse quieto y apacible por los cambios y revoluciones que se iniciaron a raíz de la economía del tabaco, que era de la que dependía casi en su totalidad el virreinato. Durante esos setenta y cinco años, se produce la revuelta comunera y la revolución de Independencia, que trajo necesariamente grandes cambios y con ellos nuevas guerras y conflictos.

La libertad de los esclavos y los llamados “retozos democráticos” han inquietado a los amigos del Dr. Mariano Ospina Rodríguez y al clero. En los llanos de “Garrapata” los desafectos combaten el gobierno de José Hilario López, terratenientes y campesinos de Lérida se enfrentan. Luego lo harán en 1876, 1885, 1895 y en 1899. La que vamos a referir conocida como batalla de la Sierra, en plena Jurisdicción de Lérida, sucedió el 3 de mayo de 1902 y fue el comienzo del fin de la lucha armada del partido Liberal frente al gobierno Conservador de Sanclemente.

En el Líbano se tuvo aviso de que el General Pedrosa, después de hábiles maniobras, había ocupado el sitio de La Sierra. El General Santofimio, a quien Ibáñez había delegado la dirección de las operaciones como conocedor del terreno, ordenó a Pedrosa que contramarchara al alto del Bledo, pasando por Coloya. Cumplió éste la orden, pero a costa de un fuerte tiroteo con el enemigo, que había ocupado ya el puente de este nombre sobre el río Bledo. Reunidos en el alto del Bledo, Ibáñez, Caicedo, Marín, Pedrosa, Pulido y Santofimio, celebraron una conferencia en la cual se acordó:

Que Caicedo y Pulido, con la División de esté, marcharan por una vereda oculta a ocupar de nuevo La Sierra, y que los demás Jefes, con las Divisiones de Pedrosa y Marín, permanecieran donde estaban con el fin de atacar en la mañana siguiente al enemigo, acampado en Leiva, por el lado de Coloya, en tanto que Caicedo y Pulido lo hicieron por el de la Sierra. Se fueron con Caicedo, Bustamante, Buendía, Carreño, Herrán y Trujillo Victoriano, Jefes de columnas. Con Ibáñez se quedaron Trujillo Benjamín, Arciniegas y Sandalio Delgado.

La llegada de la Columna de Bustamante ala Sierra, a las 7 p.m., coincidió con la del Batallón Sasaima del Gobierno, destacado desde Lérida para ocupar el mismo punto. Hubo un choque violento, en el cual el Sasaima salió a la desbandada, pero después de obligar al Ruiz y al Caquetá a quemar casi todas sus cápsulas. Gabriel Solano quedó herido.

Enterado el General Ibáñez en la tarde de ese día de que el enemigo de Lérida era tan numeroso que no se podía pensar en combatirlo con éxito, desistió del proyectado ataque, y resolvió, de acuerdo con los demás Jefes, unirse a Caicedo marchando por la misma vía, y así se lo hizo saber a éste por medio del Coronel Florencio Duarte y del General Carlos de La torre, a quien dio, además, el encargo de decir a Caicedo que debía sostenerse en La Sierra mientras que llegaba el resto del Ejército para retirarse todos a la Provincia del Centro. El General Ibáñez que se adelantó de la fuerza, inquieto por lo que pudiera suceder en el campamento de Caicedo, llegó allí con sus ayudantes a las 5 a.m. del día 3 de mayo.

Lo intransitable de la trocha y la oscuridad de la noche hicieron que la tropa empleara más de 12 horas en recorrer aquel trayecto, que la fuerza que le precedió hizo en 4 horas de día. Por tal motivo, estas Divisiones sólo llegaron al campo de la lucha-estropeadas y desorganizadas por la penosa marcha nocturna -cuando la de Pulido, ya desangrada y sin municiones estaban perdiendo terreno en el desigual combate que se había visto forzada a empeñar desde muy temprano, en cumplimiento de la consigna de asegurar a las otras dos la retirada por el puente de La Sierra.

Habiendo avisado un espionaje a las 6 a.m. que el enemigo avanzaba por la vía de Lérida, Ibáñez y Caicedo salieron a convencerse de ello, acompañados de un piquete al mando del cojo Carrillo. Cosa de 20 cuadras habrían andado, cuando de manos a boca tropezaron con la descubierta del enemigo, que desplegado en batalla marchaba amparado por las densas nieblas que cubrían la llanura.

Al sentirse las primeras descargas, Pulido mandó al punto alistar sus Batallones, con animo de retirarse por la vía del puente, y ya el, Poveda estaba empezando a desfilar, cuando Buendía Carreño, Jefe del Día en aquel campamento, se le acercó y le dijo: “Es tarde General, para retirarnos: es imposible ya; conozco el camino de aquí al puente; es una senda pedregosa y estrecha, donde no caben dos soldados de frente; necesitaría la fuerza, si marchara tranquila y en buen orden, media hora para llegar al puente; en tanto que, ya lo oye usted: las balas del enemigo zumban sobre nuestras cabezas; no haremos piches en esa angostura, y el enemigo nos acuchillará cómodamente por la espalda; prefiramos que nos maten de frente.

“Halló Pulido justa la observación de Buendía, y los dos Jefes procedieron rápidamente a tomar disposiciones para la resistencia. El combate se inicio con una carga vigorosa que hizo retroceder a los atacantes hasta cerca de Lérida. En ella se les tomaron municiones, pero murió el valeroso y simpático General GUSTAVO SÁNCHEZ, héroe entre los héroes, corazón nobilísimo, de valor indomable y serenidad excepcional en el combate. Agotadas también estas municiones y reforzado el enemigo, éste cayó de nuevo, obligando a los liberales a ocupar nuevamente sus posiciones del borde de la mesa de La Sierra.

Pulido se parapetó en los cercos de piedra que cruzan el camino real y Caicedo, Buendía Carreño y Bustamante se situaron en las bajas colinas que se extienden a la izquierda. Reñido fue el combate, pero corto. La intervención de los Generales Marín y Pedrosa no pudo prolongarlo, por que, como queda dicho, sus tropas llegaron tarde y en mala situación, y porque el primero de estos dos Jefes fue gravemente herido a poco rato de haber empezado a pelear. Cuando las municiones cogidas al enemigo fueron quemadas en su totalidad, el General Pulido se retiró por el camino nacional de Venadillo, y el General Caicedo tomó más tarde la misma vía. Con ellas salió, más o menos, la mitad de la fuerza que pudo conservar su organización en la retirada.

El resto lo sacaron hacia el Líbano los Generales Ibáñez, Pedrosa y Santofimio. En Piedras se reunieron al día siguiente, 4 de mayo, Caicedo y Pulido. Tuvo el Ejército liberal en La Sierra pérdidas irreparables: recordamos ahora a Gustavo Sánchez, Adolfo Galindo C., Jorge Buenaventura, Ramón Zapata, Afanador, Salas, Sandino y Lara.

Muy lamentable fue la muerte del Coronel Felipe Terreros en Río Recio, cuando ya se había firmado la paz en 1895. El ¡lustre General Casabianca -Jefe del gobierno del Tolima-, desaprobó esa acción ejecutada por algunos de sus seguidores. Pero fue mucho más sentido el fusilamiento del gallardo leridense Coronel Julián Lezama, ya en las postrimerías de la guerra de los mil días, que ensangrentó al país, en especial las tierras del Tolima, en donde casi nadie pudo sustraerse a ella.

El auge tabacalero, mucho tiempo atrás había quedado y solo persistía en esa explotación, únicamente para elaborar sus famosos puros el súbdito inglés John M Vaughan en su hacienda El Santuario en Ambalema, algunos cosecheros en pequeña escala lo cultivaban en Lérida y elaboraban la hoja en pequeñas factorías o la vendían para las fábricas, que como la “Patria” aún tenían algunos cupos de exportación.

Aparicio Rebolledo y su hijo don Daniel de común acuerdo con Vaughan, se dieron a la tarea de adecuar sus terrenos mediante la conducción de agua por acequias, irrigaron cerca de seis mil hectáreas, con muy buenos resultados para empezar una agricultura, moderna y tecnificada. Los potreros se vieron crecer y razas vacunas importadas de Holanda y Alemania se enseñoreaban en extensas praderas. Los terrenos bajos de Lérida comprendidos entre el río Bledo y Lagunilla recibieron también esos beneficios, Bledonia, Albania y hasta Montalvo.

En 1933 llegaron los ciudadanos españoles Sebastián Méndez, Sebastián Hernández y Guillermo García, y tomaron algunos lotes en arriendo para el cultivo mecanizado del arroz. Su éxito fue sorprendente.

Tras ellos llegaron de la madre patria, Joaquín Gil, José Rodríguez, Pedro Fernández Balvín, Eduardo Fernández Balvín, Luís Parra, Jesús Garricho, José Pascual, Marino Canal, Isidoro Martínez, Ezequiel García, Josué Malagón, José Berenguer (catalán), Diego Martínez, Fructuoso Aliaga, Bartoloni Jauma (catalán), Antonio Gallardo, Víctor Pinol, Alejandro Cánovas, Severino y Daniel Ruiz, Ciliano Las Plazas, Ángel Sanz, Jesús Ramos, Marcelino Fernández, José Hibarguen, José de la Hoz, Vicente Marganz, Roberto Ayuso, Manuel Piñón, Antonio Soto, Francisco Villarejo, Gerardo Pérez, Ramón López, Manuel Nómen (catalán), Hermanos Lavauri, José Lombana, José Pellicer, Martín Font, Félix Gamboa y José Echegaray, quienes dieron un gran impulso al cultivo de arroz y a la industria molinera en la zona comprendida entre Armero, Ambalema, Lérida y Venadillo.

Esto obligó al gobierno y a los agricultores de la meseta de Lérida a empezar un vasto proyecto de irrigación del río Recio para adecuar cultivos de arroz en las extensísimas tierras secas del antiguo latifundio de San Francisco de la Sierra, el Sitio, Piedra Pintada y los antiguos resguardos que pertenecieron a Peladeros, en las goteras de la cabecera municipal de Lérida, antes dedicadas exclusivamente a la ganadería por hombres de mucha empresa, entre el pasado siglo y el presente como Pastor Lezama Armero, José Lersundy, Felipe Molano, Vicente Valencia, Dionisio Polanco, Diego Naget, José Terreros, Ricardo Bermúdez y otros.

A partir del año cincuenta de éste siglo, durante el auge algodonero, muchas de estas tierras secanas fueron cultivadas con bastante éxito en algodón. La construcción de la hidroeléctrica de Río-Recio, interconectada a la red eléctrica nacional dio inusitado impulso a la región y en Lérida, Armero y Venadillo, gracias a ello pudieron instalarse molinos arroceros, extractores de grasa y desmotadoras de algodón.

A partir de 1908, con el crecimiento vertiginoso de la ciudad de Armero, con Ambalema y Lérida, conformaron una importante e integrada zona agropecuaria. Pero, como lo conoció el mundo entero el 13 de noviembre del fatídico año de 1985, cumpliéndose los designios de la naturaleza, como lo hemos señalado en estas páginas, el fenómeno cíclico del volcán Nevado El Ruiz, descargó su furia sobre las vegas del río Lagunilla y las jurisdicciones de Armero, Lérida y Ambalema sufrieron los rigores de una tenebrosa “avalancha” que arrasó por completo la ciudad de Armero, segando veinte mil vidas, dejando miles de desamparados y lisiados y acabando con el trabajo y el esfuerzo de ochenta y cinco años de constante batallar.

A partir de ese doloroso día, Lérida acoge a la mayoría de sobrevivientes y entrega su territorio para permanente albergue. Gracias a la solidaridad internacional y al esfuerzo de los buenos colombianos, poco a poco, la pequeña y agradable villa, donde sobresalían un puñado de distinguidas personalidades como “Canducha” de Bermúdez, Melba de Quezada, Félix Santos Quezada Machado, los Naged, los Luna, los Barragán, Rafael Ortiz Figueroa, Eugenio Sánchez, Alberto Oñate, los Suárez Terreros, los Rivera (en la Sierra), el Dr. Lisímaco Suárez Reyes, el parlamentario Nayid Salazar y otros, se convierte en una importante urbe, cientos de comerciantes, nuevos profesionales y diez mil habitantes más, es lo que pasados diez años de la tragedia muestra la nueva Lérida, la bien llamada Ciudad Regional.

El esfuerzo de sus actuales autoridades de atraer capitales a la ciudad, para bajar el índice de desempleo y mayores coberturas en salud, educación, deportes y recreación son metas que se propone el Dr. Lizardo Moreno como Alcalde, elegido por la voluntad popular, y que por justas, cuenta con el apoyo de toda la ciudadanía. El desarrollo creciente de Lérida, producto de un fenómeno natural y social es digno de estudio por parte de especialistas en economía, urbanismo y sociología, también de sicólogos y médicos, pues el impacto emocional fue impresionante.

LÉRIDA

LÉRIDA, para el cansado viajero, en mitad del camino que de la cumbre conduce al lla­no, es el más claro y bello horizonte que se­ñala el fin de su jornada.

Con una extensión territorial de 269 kilóme­tros cuadrados, correspondiéndole a la cabe­cera Municipal 0.73 Kilómetros. Se encuen­tra situada al Norte del Departamento del Tolima. El Municipio limita al Norte con Ar­mero, al Oriente con Ambalema, al Sur con Venadillo y al Occidente con Líbano. Su clima es cálido con temperatura prome­dio de 26° C y altura de 336 metros sobre el nivel del mar.

Goza también este Municipio de atractivos turísticos de mucho interés y de gran afluencia de Público. Entre los que más se desta­can: el Hervidero y las Juntas, Cueva del te­jedor. Como también su iglesia, fiel guardián de la Virgen de Coloya.

ESCUDO DEL DEPARTAMENTO DEL TOLIMA

Por Ley expedida en diciembre 7 de 1815 por las Cámaras Unidas de la Provincia de Mariquita sancionada por el prócer José León Armero, Gobernador y Comandante General, se aprobó el escudo de armas, que en 1861 por Decreto del 12 de abril firmado por el General J.C. Cipriano de Mosquera, se adoptó para el Departamento del Tolima, según Registro Oficial No. 12 del 7 de septiembre de 1861, aÑo OlPg.51 Bogotá.

BIBLIOGRAFÍA

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VILLEGAS V, Héctor. Anuario Estadístico, Histórico, Geográfico de los municipios del Tolima.
VELANDIA, Roberto. La villa de San Bartolomé de Honda.
VIANA CASTRO, Hugo. Honda en la historia.
VIANA CASTRO, Ambalema en la historia.
ARCHIVO NACIONAL DE COLOMBIA.
ARCHIVO HISTÓRICO DE IBAGUÉ.
ARCHIVO NOTARIAL DE AMBALEMA.
ARCHIVO NOTARIAL DE HONDA

 

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